energia mexico

Artículo publicado en Empresa Exterior

Se prevé que el crecimiento del PIB de México repunte hasta el 3,6% en 2015. La economía del país depende en gran medida del petróleo y está estrechamente relacionada con el ciclo empresarial de Estados Unidos, que supone el 79% de las exportaciones. Desde 1994, el crecimiento del PIB mexicano se ha situado en una media del 2,6% anual, una tasa estructuralmente baja debido a la débil inversión y productividad. A partir de la segunda mitad de 2014, el rendimiento económico se ha recuperado en México, impulsado por el mayor crecimiento de Estados Unidos y la aprobación de algunas reformas importantes. La reorganización del sector energético es una pieza clave de estas reformas.

México es el sexto productor mundial de crudo, pero las reservas comprobadas se han reducido de 34.000 a 12.000 millones de barriles desde 1998. La producción actual ha caído de 3,4 millones de barriles diarios en 2004 a 2,5 millones y se espera que, al cierre de año, la cifra esté en 2,1 millones.

Aunque los yacimientos de petróleo en alta mar son el doble de extensos que los de tierra, la empresa pública de petróleo y gas necesita urgentemente autorización para cooperar con inversores extranjeros privados. Debido a que un 90% de sus ingresos revierten en el Estado, carece de los recursos financieros necesarios para abordar la exploración y producción.

La fuerte dependencia del sector público de los ingresos del petróleo subraya la importancia de las reformas en este ámbito para la economía. En 2014, el Congreso autorizó la reforma energética que permitió los cambios constitucionales para poner fin a un monopolio de 75 años y posibilitó la inversión de las empresas extranjeras en la explotación de los yacimientos de petróleo en alta mar y de gas de esquisto. La Comisión Nacional de Hidrocarburos ha aprobado recientemente una licitación internacional para 14 contratos de exploración y producción en aguas poco profundas en el Golfo de México en 2015. Se prevé que la actual reducción de los precios del petróleo tenga un efecto negativo sobre las inversiones en la explotación de los recursos de esquisto de México, pero que la inversión en otros segmentos del sector energético, incluyendo la perforación en aguas profundas, sea alta en el futuro.

México ha dado un importante paso con la aprobación de las reformas integrales dirigidas a sus debilidades estructurales. Una implementación integral y rápida de las reformas elevaría el potencial de crecimiento de México a tasas del 4% al 5%. Los costes más bajos de energía y electricidad aumentarían la productividad y la rentabilidad de las industrias mexicanas, especialmente las destinadas a la exportación como la automoción. Además, fortalecería aún más la sólida situación económica externa de México, impulsando la inversión extranjera directa. Sin embargo, el impacto en la economía dependerá del nivel de aceptación de la competencia y del fin de sus monopolios por parte de las grandes empresas públicas de electricidad y energía. Es previsible que en 2015 aumenten las protestas populares contra la liberalización del sector y, aunque es improbable que cambien el sentido de las reformas, podrían entorpecer su implementación.

La política presupuestaria de México es sólida, con una deuda pública inferior al 50% del PIB y un déficit presupuestario del 4% en 2015. Se espera que la deuda pública alcance su valor máximo en 2016, gracias a las mejoras en el marco fiscal y al aumento de los ingresos tributarios tras la reforma fiscal aprobada en 2013.

La economía de México es vulnerable a los mercados financieros, como pudo observarse en 2013, cuando la Reserva Federal de Estados Unidos puso fin a su programa de flexibilidad monetaria. Los mercados reaccionaron retirando parcialmente el capital invertido en activos mexicanos, lo que derivó en una mayor volatilidad de la divisa. No obstante, México es más resistente que otros mercados emergentes a estos contratiempos gracias a sus políticas macroeconómicas prudentes, un tipo de cambio flexible y una balanza exterior sólida, con déficits de cuenta corriente y necesidades de refinanciación externa limitados. Su liquidez internacional es generalmente buena, con suficientes reservas en divisas para cubrir las importaciones durante más de cinco meses. Esta estimación no incluye el potencial de liquidez de una línea de crédito del Fondo Monetario Internacional de 70.000 millones de dólares cuya vigencia se ha ampliado recientemente hasta noviembre de 2016.

El deterioro de la seguridad ha influido en el entorno empresarial, desalentando la inversión extranjera y afectando a la rentabilidad de muchas empresas locales. El clima de violencia se ha agravado considerablemente desde 2006, cuando la Administración intensificó una lucha contra el narcotráfico que se ha cobrado 70.000 vidas. Los bancos mexicanos tienen un nivel de capitalización adecuado y gozan de liquidez, con una exposición limitada a los riesgos del tipo de cambio. Sin embargo, su desempeño está por debajo de su potencial: los activos bancarios representan únicamente el 46% del PIB. Esta prudente política de préstamos está restringiendo las opciones de financiación de las pequeñas y medianas empresas y no estimula el consumo privado.

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Se prevé que el crecimiento del PIB de México repunte hasta el 3,6% en 2015. La economía del país depende en gran medida del petróleo y está estrechamente relacionada con el ciclo empresarial de Estados Unidos, que supone el 79% de las exportaciones. Desde 1994, el crecimiento del PIB mexicano se ha situado en una media del 2,6% anual, una tasa estructuralmente baja debido a la débil inversión y productividad. A partir de la segunda mitad de 2014, el rendimiento económico se ha recuperado en México, impulsado por el mayor crecimiento de Estados Unidos y la aprobación de algunas reformas importantes. La reorganización del sector energético es una pieza clave de estas reformas.

México es el sexto productor mundial de crudo, pero las reservas comprobadas se han reducido de 34.000 a 12.000 millones de barriles desde 1998. La producción actual ha caído de 3,4 millones de barriles diarios en 2004 a 2,5 millones y se espera que, al cierre de año, la cifra esté en 2,1 millones.

Aunque los yacimientos de petróleo en alta mar son el doble de extensos que los de tierra, la empresa pública de petróleo y gas necesita urgentemente autorización para cooperar con inversores extranjeros privados. Debido a que un 90% de sus ingresos revierten en el Estado, carece de los recursos financieros necesarios para abordar la exploración y producción.

La fuerte dependencia del sector público de los ingresos del petróleo subraya la importancia de las reformas en este ámbito para la economía. En 2014, el Congreso autorizó la reforma energética que permitió los cambios constitucionales para poner fin a un monopolio de 75 años y posibilitó la inversión de las empresas extranjeras en la explotación de los yacimientos de petróleo en alta mar y de gas de esquisto. La Comisión Nacional de Hidrocarburos ha aprobado recientemente una licitación internacional para 14 contratos de exploración y producción en aguas poco profundas en el Golfo de México en 2015. Se prevé que la actual reducción de los precios del petróleo tenga un efecto negativo sobre las inversiones en la explotación de los recursos de esquisto de México, pero que la inversión en otros segmentos del sector energético, incluyendo la perforación en aguas profundas, sea alta en el futuro.

México ha dado un importante paso con la aprobación de las reformas integrales dirigidas a sus debilidades estructurales. Una implementación integral y rápida de las reformas elevaría el potencial de crecimiento de México a tasas del 4% al 5%. Los costes más bajos de energía y electricidad aumentarían la productividad y la rentabilidad de las industrias mexicanas, especialmente las destinadas a la exportación como la automoción. Además, fortalecería aún más la sólida situación económica externa de México, impulsando la inversión extranjera directa. Sin embargo, el impacto en la economía dependerá del nivel de aceptación de la competencia y del fin de sus monopolios por parte de las grandes empresas públicas de electricidad y energía. Es previsible que en 2015 aumenten las protestas populares contra la liberalización del sector y, aunque es improbable que cambien el sentido de las reformas, podrían entorpecer su implementación.

La política presupuestaria de México es sólida, con una deuda pública inferior al 50% del PIB y un déficit presupuestario del 4% en 2015. Se espera que la deuda pública alcance su valor máximo en 2016, gracias a las mejoras en el marco fiscal y al aumento de los ingresos tributarios tras la reforma fiscal aprobada en 2013.

La economía de México es vulnerable a los mercados financieros, como pudo observarse en 2013, cuando la Reserva Federal de Estados Unidos puso fin a su programa de flexibilidad monetaria. Los mercados reaccionaron retirando parcialmente el capital invertido en activos mexicanos, lo que derivó en una mayor volatilidad de la divisa. No obstante, México es más resistente que otros mercados emergentes a estos contratiempos gracias a sus políticas macroeconómicas prudentes, un tipo de cambio flexible y una balanza exterior sólida, con déficits de cuenta corriente y necesidades de refinanciación externa limitados. Su liquidez internacional es generalmente buena, con suficientes reservas en divisas para cubrir las importaciones durante más de cinco meses. Esta estimación no incluye el potencial de liquidez de una línea de crédito del Fondo Monetario Internacional de 70.000 millones de dólares cuya vigencia se ha ampliado recientemente hasta noviembre de 2016.

El deterioro de la seguridad ha influido en el entorno empresarial, desalentando la inversión extranjera y afectando a la rentabilidad de muchas empresas locales. El clima de violencia se ha agravado considerablemente desde 2006, cuando la Administración intensificó una lucha contra el narcotráfico que se ha cobrado 70.000 vidas. Los bancos mexicanos tienen un nivel de capitalización adecuado y gozan de liquidez, con una exposición limitada a los riesgos del tipo de cambio. Sin embargo, su desempeño está por debajo de su potencial: los activos bancarios representan únicamente el 46% del PIB. Esta prudente política de préstamos está restringiendo las opciones de financiación de las pequeñas y medianas empresas y no estimula el consumo privado.